martes, 6 de octubre de 2009

Comienzo


Las mujeres agachaban la cabeza y se apartaban a tu paso, los hombres se llamaban la mano a la empuñadura preparados para reaccionar a la menor sensación de peligro. Asesino...susurraban a tu paso demasiado atemorizados como para decirlo en voz alta.

Sonreias, ¿para que negar lo evidente?. Muy pocos eran los que habian visto tu espada sin morir segundos después.
Aún así, te sorprendias de que te reconocieran. Tus ropas oscuras que tapaban cada milimetro de tu cuerpo, la capa, que no dejaba ver nada de tu rostro. Pero claro, solo tu andarias de esa guisa por las calles de París.

No lo harias si no hubiera otro remedio, pero la situación era desesperada. Finalmente llegaste a tu destino, doce guardias te esperaban en la puerta con las espadas en ristre, te estaban esperando. Mejor, se acabaron las contemplaciones.